Furtivos
Tú y él coinciden en una plaza solitaria. Tú, escapando del hogar y él de su tediosa oficina. Te mira. Lo miras. Es casi tarde noche. La zona no parece muy segura. Te inquieta un poco, aunque a él parece darle ánimos y se te acerca. ¿Qué es eso que te invade tan de pronto? ¿Excitación? Es el aroma de su chamarra de piel. Los gritos de los niños se apagan en tu cabeza. De pronto estás en una cama de hotel y metida entre sus piernas. Las palabras sobran ante el grito de sus cuerpos. Al final, cada cual sigue por su lado. Tú, directamente a casa, a la cordura y la rutina. Él, se toma su tiempo, para despejarse y fumar un cigarrillo. Tú ayudas a los niños con su tarea. Tu madre pregunta dónde estabas. No respondes. Llega tu esposo y sientes un vuelco en el estómago. Todos lo reciben, tú no te mueves de la silla. Va a tu lado y te planta un beso en la mejilla.
Entonces aspiras con fruición: él, aún huele a su chamarra de piel.
Entonces aspiras con fruición: él, aún huele a su chamarra de piel.
Jane Doe
07 de May de 2019 / 19:13
07 de May de 2019 / 19:13
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