El comandante caminaba entre nosotros que le temíamos. Era un hombre magnifico rodeado de seres mediocres que no se atrevían a verle a los ojos. Contemplábamos el suelo por donde caminaba y detrás de sus pasos veíamos las suelas de sus botas negras y brillantes. El fulgor de su sable el talan talan de sus insignias y los cantos de gloria que los poetas oficiales habían compuesto en su nombre lo elevaban a dios. Sin embargo, nada de esto le sirvió. Cuando la muerte vino por él, como a cualquiera de nosotros, se lo llevó para siempre.
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14 de April de 2019 / 01:25
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Laura Elisa Vizcaíno
 

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