Qué bien se está aquí, en este lugar cómodo y calentito donde no tengo que preocuparme por nada. No quisiera irme jamás, prefiero no enterarme de lo que pasa ahí afuera. Aunque últimamente parece que el espacio me está quedando un poco chico. Recién quise estirar las piernas y los brazos, como hacía antes, di media vuelta y quedé atascado. Ahora ya no puedo volver atrás. Una fuerza superior me arrasa y no tengo más remedio que dejarme llevar. ¿Qué es esto? ¿Me expulsan? Pero qué angosto es este pasillo, apenas si pasa mi cabeza. Vamos, por favor, ayuden, ya casi puedo. Sí, sí, mi cabeza ya está afuera, qué alivio. ¡Me voy a caer! Alguien me sujeta y me ayuda a liberar el cuerpo. Me enceguece esa luz. Me dan ganas de llorar. Bueno, yo lloro, ¿y qué? Aquí hay un revuelo bárbaro pero parecen contentos de oír mis gritos. Me envuelven y me acercan a una mujer que está acostada. Ella me llena de besos y también llora y se ríe al mismo tiempo. Qué loco es todo esto. ¡Dios mío!, la que me espera…