Selección del día 9 de febrero: "Cosas del campo" de Anubis
Otrora, cuando hacía calor y de repente soplaba una brisa fresca, uno podía dejar abiertas puertas y ventanas. Ahora, en cambio, sólo las ventanas y rejas mediante. Ni pensar en dejar abierta la puerta de calle si no queremos que los cacos hagan fila para robarnos. ¡Cosas de la ciudad!
Sin embargo, en el campo aún hoy es como antes. O al menos eso era lo que yo pensaba. Estábamos el otro día mi mujer y yo, con la casa abierta de par en par, cuando dos vacas entraron, se pararon delante de la televisión y nos apuntaron con sendos calibres 38. Para colmo era la hora de la novela y mi señora no las dejaba de increpar. (¿Qué haría María Teresa ante la misteriosa desaparición de José Ignacio?) Cabe aclarar que las dos vacas eran en realidad dos facinerosos que habían tenido la notable ocurrencia de venir a robar al campo usando máscaras de la vaca Aurora.
En resumidas cuentas se llevaron la computadora de los chicos, el LCD, celulares y la plata que teníamos guardada para irnos de vacaciones. Pero lo que más sentí con diferencia fue la televisión, ya que mi mujer se quedó una semana sin ver la novela. ¡Sólo dios y yo sabemos lo que es soportarla cuando se pone en plan quejumbroso! (José Ignacio, te entiendo: mi mujer y María Teresa son almas gemelas).
Lo peor de todo, no obstante, era que mi cónyuge se negaba en redondo a volver a dejar la puerta abierta por más brisa benefactora que se levantase. Una tevé nueva de 45 pulgadas y los capítulos recuperados gracias a una amiga de mi mejor amigo, al fin ablandaron su negativa. Eso sí, cuando la Emilia y la Juana, nuestras dos flamantes vacas lecheras, se colaron por la puerta abierta y se instalaron irremediablemente en el living a mirar la televisión, fui yo quien tuvo que enseñarles a hacer sus necesidades afuera.
Sin embargo, en el campo aún hoy es como antes. O al menos eso era lo que yo pensaba. Estábamos el otro día mi mujer y yo, con la casa abierta de par en par, cuando dos vacas entraron, se pararon delante de la televisión y nos apuntaron con sendos calibres 38. Para colmo era la hora de la novela y mi señora no las dejaba de increpar. (¿Qué haría María Teresa ante la misteriosa desaparición de José Ignacio?) Cabe aclarar que las dos vacas eran en realidad dos facinerosos que habían tenido la notable ocurrencia de venir a robar al campo usando máscaras de la vaca Aurora.
En resumidas cuentas se llevaron la computadora de los chicos, el LCD, celulares y la plata que teníamos guardada para irnos de vacaciones. Pero lo que más sentí con diferencia fue la televisión, ya que mi mujer se quedó una semana sin ver la novela. ¡Sólo dios y yo sabemos lo que es soportarla cuando se pone en plan quejumbroso! (José Ignacio, te entiendo: mi mujer y María Teresa son almas gemelas).
Lo peor de todo, no obstante, era que mi cónyuge se negaba en redondo a volver a dejar la puerta abierta por más brisa benefactora que se levantase. Una tevé nueva de 45 pulgadas y los capítulos recuperados gracias a una amiga de mi mejor amigo, al fin ablandaron su negativa. Eso sí, cuando la Emilia y la Juana, nuestras dos flamantes vacas lecheras, se colaron por la puerta abierta y se instalaron irremediablemente en el living a mirar la televisión, fui yo quien tuvo que enseñarles a hacer sus necesidades afuera.
Lucía
04 de March de 2019 / 20:42
04 de March de 2019 / 20:42
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