La historia da una serie de vueltas y andanzas, divaciones, para finalizar con un pene erecto cubierto con una sábana. No sé qué tiene que ver lo último o el amante con los pensamientos de la mujer. Los juegos ambiguos, como lo de "dos extraños que se conocían", me parece poco logrados.

Me parece que necesitas poner las cosas en un lenguaje sencillo y evitar expresiones recargadas como aquello del "paradigma tradicional". Tienes que ir a lo directo, es minificción, de elementos minimalistas: "La serenata rompió con la costumbre que existía entre ellos".

Lo otro que has de tener en cuenta es la forma de los verbos. Por ejemplo, no es lo mismo "asomar algo", que una persona mostrar-se por una ventana: "Se asomó" o "Asomó la cabeza". Lo mismo el verbo encontras, que en modo intransitivo o pronominal significa tropezar o juntarse con otra persona. La forma en que lo usas, es el resultado de una búsqueda.

Tiempos verbales. No es lo mismo "Lo mató porque disparó con tino" que "Lo mató porque disparaba con tino". Así, como una posibilidad más cercana a realidad, "Las reglas del juego no podían seguir —pensó, ella".

Como historia, hay un as que sacaste de la manga para dar un cierre a algo que no parecía ser una historia, que no parecía ir a ningún sitio. ¿Qué nos quieres decir con esta historia? ¿Que la mujer tenía un amante y que cualquier cosa era pretexto para teminar con el noviecito de pacotilla? Una cosa que deber recordar en cualquier tipo de relato o teatro. Los personajes han de ser poderosos, deben tener algo. Si no, no hay atractivo. Ni el novio, ni la mujer ni el amante tienen nada que los haga atractivos a los lectores. Una muestra a botepronto:

La última serenata
—¿Y esa música?
—Un pusilánime más que ha roto con todos nuestros acuerdos.
—Pero...
—Nada, déjame entrar en la cama, que la noche es fría, tontuelo.

No es lo que quieres decir, pero da un plumazo sobre lo que es ella.

Gracias por participar.