Cada tarde en el parque, mientras le dan a los niños sus meriendas en un batiburrillo de muesli, avena enriquecida, galletas de dinosaurios y batidos probióticos, aportan ellas, triunfantes, los últimos percentiles del pediatra, sus recién conquistadas medidas como armas arrojadizas, como ochomiles de la buena crianza, adictas al sistema métrico decimal y a la oficina internacional de pesos y medidas. Mi niño ha crecido tres centímetros más. La mía está muy por encima de la media. Pero ella, que tanto presumía, se ha descubierto al fin, al tenderle aquel paquete plateado a la criatura. Clarísimo caso de dopaje. No le permitirán volver al parquecito. Al menos mientras dure la semana de reclusión en casa para madre e hijo que el comité le ha impuesto. Luego, si siguiera con esas, sería la expulsión definitiva. Nadie escucha sus tímidas protestas mientras guarda avergonzada el bocadillo de chorizo de nuevo en su papel de aluminio y se aleja con el niño de la mano.
Guruceta
19 de November de 2018 / 01:48
Todo tiene un límite 19 de November de 2018 / 01:48
Guruceta
 

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