Lo presenté a mis padres como mí novio. Aceptamos que en la casa había que tratarnos con mesura. Al anochecer pasaba a verme. Decía “hola que tal como te ha ido” sonreía y contestaba: “bien” Luego íbamos a la sala y mamá le traía un vaso con agua de frutas. Cuando las palabras se hacían bolas en nuestra mente nos mirábamos como idiotas y reíamos sin motivo. Pasó un mes y mamá me decía:
—Qué serio es tu novio, siempre tan callado, ¿Así es?
Uno de esos días en que todo parecía ser la calca de los ayeres y viendo que mis padres estaban platicando en la cocina lo empecé a cachondear y, él molesto me decía “nos van a ver” y se corría al extremo del sofá. Me enojó que tuviese gelatina en las venas y persistí. Acariciaba su pierna, subía la mano hasta llegar a sus ingles; sobaba de arriba abajo, de abajo hacia arriba… hasta que obtener la respuesta deseada.
Él no sabía qué hacer, me agradaba verlo colorado y caliente. Yo tenía una risa que trataba de ocultar. Risa que a veces se convertía en carcajada. En la noche lo esperaba emocionada, los días habían dejado de ser monótonos. Vigilaba el quehacer de mamá. “Por favor estate quieta” —me decía—, lo dejaba un momento, después seguir en mi tarea, y disfrutar su respiración entre agitada y nerviosa.
Un día mis padres salieron, preguntó por ellos, “luego vienen” —le dije. Empecé mi juego de sobarle la entrepierna. Mi osadía se convirtió en temor, cuando sentí que sus manos me tomaban de las caderas y limpiamente ajusté sobre él. Ahora soy yo quien debe de contenerlo.
sendero
16 de November de 2018 / 01:48
El novio 16 de November de 2018 / 01:48
sendero
Taller del día 15 23 de November de 2018 / 04:05
Grog
 

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