Con los ojos vendados y su traje hecho jirones, escuchó las últimas palabras. Meses antes había sido condenado a morir fusilado por el asesinato del líder sindical de su fábrica. El único dirigente laboral en tanto tiempo. El pelotón lo esperaba en el patio, con sus rifles relucientes, todos vestidos con el sombrerito verde y calcetines largos. El comandante grito las ordenes. El viejo panzón no pudo dejar de reír pensando en lo ridículo de su situación. "Si hubiese accedido a un mísero aumento", pensó.
Más tarde un peloton de duendes transportó el cuerpo de Santa a la morgue, donde su esposa desconsolada realizo los últimos trámites para llevarse el cuerpo. Sobra decir la cantidad de impostores que ahora se hacen pasar por él.
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06 de December de 2016 / 21:53
El engaño 06 de December de 2016 / 21:53
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el aguila descalza
 

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