Si lo hubiera hecho a cambio de dinero, como las otras. O si se hubiese confesado de lujuria. Pero no, ella sostuvo que entregaba su cuerpo a ricos y pobres, nobles y clérigos, mozos y ancianos, y, sobre todo, a esclavos, tullidos y deformes, solo por regalarles unos instantes de consuelo. Tras el juicio fue condenada a la hoguera y el obispo, nuestro señor, ordenó para público escarmiento que una efigie de la endemoniada se colocase, a modo de gárgola, en las techumbres de la catedral.
Encargose el trabajo al jefe de los canteros el cual, temeroso de que le hicieran correr la misma suerte, deformó los ojos de la mujer hasta hacerlos saltones, como de rana, le hizo abrir la boca en una mueca atroz que dejaba ver cinco hileras de dientes y cubrió su cuerpo de escamas. Mas, al llegar a los senos que tantas veces habían palpitado entre sus manos, aunque semiocultos tras alas de murciélago, no pudo evitar modelarlos enhiestos como cálices y mórbidos cual alas de ángel.
Desde entonces, en las noches de lluvia, las sombras se agolpan bajo su figura. Mientras las demás gárgolas vierten el agua que se acumula en los tejados, de los pechos de la endemoniada manan dos fuentes de leche dulce y tibia que regalan a los menesterosos unos instantes de consuelo.
José M. Nuévalos
27 de September de 2018 / 19:39
Seleccionada día 16 - Caridad - de Rudolf 27 de September de 2018 / 19:39
José M. Nuévalos
Seleccionada día 16 -Movilidad laboral - de Malvadisco 27 de September de 2018 / 19:40
José M. Nuévalos
 

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