Bajo la luz del gran astro y en lo más alto del campanario, se halla la figura de una criatura perversa, cincelada a mano por los parisinos del doce. De esbelto cuerpo de piedra, tenso y rígido. Con su dura mirada terrorífica y siempre al asecho, ahuyenta entes malignos, exorciza herejes y condena sacrilegios. A través de los chorros benditos que salen de sus fauces profundas, extingue el mal y excomulga infieles. Alas inmundas, que causan malestar y bajo su abrigo solo hay oscuridad, tinieblas que atraen a los indeseados y los custodian para que no turben el ejercicio divino. Quizás lo más causa desasosiego en este ser de piedra son los cuernos que recuerdan a Satán. Oh, aquella escultura con forma de ser demoníaco puesta en la cúspide para alejar todo lo ajeno a la fe. ¿Por qué los hombres del gótico toman a un ser tan espantoso para custodiar la casa de Dios?
Virginia
18 de September de 2018 / 17:36
El vigilante 18 de September de 2018 / 17:36
Virginia
Taller 20 de September de 2018 / 12:08
Carmen Simón
 

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