La magia de Marisa empieza cuando se marcha al mercado. Entre los rojos jitomates, en las blancas cebollas, en el verde de las calabazas que escoge minuciosamente. Busca las cabezas de cerdo, que parecen reír, en las vitrinas de las carnicerías. Los pollos desplumados que cuelgan de las patas, el inconfundible olor a pescado o a carne de res. Cuando vuelve casa coloca todos sus ingredientes sobre la mesa. Saca sus utensilios y con gran destreza desmenuza, pica y condimenta todos sus ingredientes. Verla es contemplar a una maga que actúa sola en la intimidad de su cocina.