Cuando entró a la biblioteca, el hombre descubrió que una mano flotaba en el aire con un libro abierto. Iba de una esquina a otra de la habitación, y aproximadamente cada dos rondas, una página se daba vuelta sola. Tras la décima, el hombre tosió, y la mano dejó caer el libro, se elevó aún más en el aire y se dirigió hacia una pared, donde se estampó ruidosamente. Acto seguido se deslizó hacia la puerta y salió del cuarto. El hombre, entretanto, recogió el libro. “Cuentos decimonónicos de fantasmas”, leyó, y se prestó a sus palabras. Poco después la mano volvió, pero ya no era solo una mano, sino dos. Él hizo cómo que no las había visto y continuó con la lectura. Ellas se limitaron a quedarse quietas, como mariposas dormidas en el aire. Al cabo del primer cuento, el hombre se incorporó y sirvió dos copas de coñac. Bebió una y le ofreció la otra a aquellas manos. Éstas se frotaron entre sí, cómo quién está tomando una decisión, y agarraron la copa. Entonces una mujer traslúcida se dejó ver.

—Tengo miedo —dijo.

—¡Ahora, yo también! —exclamó el hombre, tras notar que una de sus manos comenzaba a desvanecerse.
Alarcón
18 de February de 2018 / 09:08
Manos 18 de February de 2018 / 09:08
Alarcón
Seleccionada 23 de February de 2018 / 18:17
Carmen Simón
 

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