Babilonia, situada al Este de Silverado, tiene doscientos mil habitantes. Nunca los he contado pero se ven un chingo desde la ventanilla. En la madrugada hay pocos viajeros. A la una se subieron cuatro adolescentes. Uno muy rubio, alrededor de los catorce presumía de sus habilidades con la patineta, en pleno tren en movimiento; daba un salto a la mitad del vagón, a las carcajadas –miren esto fanfarroneaba–. Yo, volteaba a mirarlo molesto y él, lo notaba. Me preguntó autoritario: ¿deseaba decir algo? Sí, le respondí: Si lo vuelves a hacer llamaré a la policía. Supe que era el último tren, porque aparecieron las jóvenes noruegas paseando y bajándose las bragas según la leyenda. Al bajar, una vagabunda, con un cartón que decía DAME PARA COMER me preguntó si había visto el espectáculo.
–Sí, le respondí, extraño para esta hora.
–Se desaparecieron aquí hace años, un veintisiete de agosto. Nadie los ha vuelto a ver. De no ser que aborden el último tren a Babilonia. A propósito, ¿Cuál es el día de su nacimiento?
–El treinta y uno de febrero de dos mil cuatrocientos nunca.
Testigo de cargo
19 de November de 2017 / 13:40
EL úLTIMO TREN A BABILONIA 19 de November de 2017 / 13:40
Testigo de cargo
 

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