Fui testigo de su aparición. Minutos antes la isla no estaba ahí. Pero se materializó montada en el chantilly de la bruma sobre el plato esmerilado de las aguas tranquilas. Distinguí casas, jardines y gente en sus ocupaciones diarias. En el parque, los ancianos descansaban en los poyos, los niños jugaban en la fuente, mientras los amantes recorrían el lugar bajo los árboles en flor. El faro, en el litoral, me atraía con su señal luminosa. Cada vez que el astro rey tocaba la lente de la torre, el haz de luz convulsionaba en reflejos tornasol. Con el agua por la rodilla, atravesé el charco hasta alcanzar la costa. Pero cuando estiré la mano para comprobar la veracidad de la visión, los habitantes del lugar, aterrorizados, gritaron: “Monstruo, monstruo”. Y el espejismo desapareció dejándome en la mano una cala recién cortada repleta de gotas de rocío que se evaporaron apenas les dio el sol.
Malvadisco
17 de November de 2017 / 05:43
El prodigio 17 de November de 2017 / 05:43
Malvadisco
Taller 18 de November de 2017 / 19:34
José M. Nuévalos
 

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