Imagine es tierra de paz, pujante y sin odios. Mano firme de mujer la gobierna; acaudalada, ama su ínsula y minimiza el repudio que despierta en otros lares.
De lejos parece champiñón. Sale al balcón ataviada como geisha, bajo enorme sombrero de ala ancha. Se acerca al altavoz y dice cariñosa:
—Hijitos míos, los más pequeños de mis críos. Fueron concebidos 'in vitro' pero los quiero como si hubieran nacido de mi vientre. Jamás olviden que son el obsequio viviente de John Lennon a la humanidad. Ya están en edad de salir al mundo y esparcir su semilla. Creced y multiplicaos, dijo la nonagenaria asiática conmovida hasta el píloro.
—¡Sí, mamá Yoko!, gritaron miles de jóvenes que corrieron hacia el mar para trepar a cientos de barcas que se mecían en la orilla. Barbados, de cabelleras largas, con gafitas ahumadas y albas túnicas que las olas untaban a sus pieles desnudas. Eran el vivo retrato de su padre.