Lucía y Mateo, inventaron de niños un ceremonial macabro que debería llevar a cabo cualquiera de los dos si el otro moría. Requería agua, una veladora, el perro Gaudencio y, algún animalito muerto al que se le debería reSUcitar: "En silencio y del más allá, vendrás a platicar conmigo, nuestra mascota estará de testigo y, a través de él te comunicarás". Gaudencio ladraba y los niños reían.
Años después por azares del destino Lucía falleció; y Mateo, desconsolado por no poder despedirse, decidió repetir el ritual. Sin Gaudencio, muerto también años atrás, usa su nuevo cachorro como testigo y evoca las palabras del ritual. Al terminar, la mascota, asustada, ladra hacia la puerta. La hermana aparece con el esqueleto de Gaudencio entre los brazos y macabramente dice: "Te olvidaste de Gaudencio"… quien emite un aullido escalofriante.
El ritual, que una vez fue inocente invención de infancia, se convierte en un martirio. Mateo revive la ceremonia esperanzado en que todo saldrá bien, mientras su cordura se va desvaneciendo. Cada noche la casa se llena de risas siniestras y de gritos desgarradores. Mateo, convertido en una marioneta de las sombras, se desvanece en danza macabra entre la vida y la muerte.