Hongo de Oldupai
Aquel exótico hongo sacudió mi cerebro, cual golpe de boxeador mal intencionado, cachetada doble de irrealidad. ¡Achis achis!, el color amarillo me sabía a queso cheddar con un ligero aroma a toronja. Alcé la mirada y leí en mi librero la palabra psicología, percibí una complejidad de olores, mezcla de sudor, cabello mojado y pollo rostizado. Miré mis manos, froté las yemas de los dedos y olfatee un fósforo encendido, el calor me invadió. Todo yo en pirotecnia de reversa; implosiones de colores absorbidas en un cohete cayendo al centro de la Tierra. Pronuncio la palabra Tierra y no expele el petricor característico, más bien huele a sangre e historia, a incienso de cempasúchil en ceremonia mexica. Me miré en el espejo, el iris de mi ojo evoca el aroma del ristretto en las nevadas del Nepal, a madera quemada, no solo eso, es madera de roble del Pleistoceno inferior, a fogata de manada de Homo habilis. Me concentré en la pupila; olor al color negro, a enigma, más precisamente huele a la mirada del hombre que contempla el firmamento, absorto e intoxicado de galaxia y de hongos de los pastos de Oldupai.
Alexei mm
05 de April de 2023 / 11:21
05 de April de 2023 / 11:21
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