Porra del paraguas y la ciudad
Mis preferidas son:
Primer lugar:
Día 11 (Tallerista: Carlos Bortoni)
Reporte meteorológico (por Black dot)
Una lluvia de palabras se cierne sobre mi cabeza. Abro el paraguas y ellas resbalan hasta caer al vacío. Estiro la mano para coger una, pero no atrapo nada. Es así como escurre esta historia.
Segundo lugar:
Día 8 (Tallerista: Tequila)
Nocturno (por Sinjajo)
Cuando se largó a llover, buscó algún reparo; pero las casas, pegadas hombro con hombro, carecían de cualquier gesto amable. Entonces descubrió que había un paraguas en medio de la calle. De tres zancadas llegó hasta él, lo abrió y volvió sobre sus pasos. Era un buen paraguas, como los de antes, con asta y mango de madera. Agradeció su suerte y caminó sin apuro. Poco le importaba que ahora lloviera a cántaros: bajo aquel paraguas la lluvia le parecía una cosa lejana, que sucedía en otra parte. Al cabo de unas cuadras notó que un hombre caminaba a la par de él, pero en la vereda de enfrente, y que no llevaba paraguas. Apretó el paso, y el otro hizo lo mismo. Aminoró la marcha, y el otro volvió a imitarlo. Bufando, se detuvo y se acercó al cordón de la vereda. El otro también se acercó. Y de repente se sintió intimidado por aquella mirada aviesa y sin fondo. Aun así, se cargó de valor.
—¿Qué quiere? —le dijo.
—No se trata de lo que yo quiera, sino de lo que usted me va a tener que pedir —le respondió el otro, y desapareció al amparo de un relámpago.
Poco después, al llegar a su casa, el hombre intentó, primero, cerrar el paraguas, y luego, como no lo conseguía, dejarlo en la calle. Mas ahora el mango era una mano que oprimía con creciente fuerza a la suya. Azorado, apartó la vista, y volvió a ver al otro, en la vereda de enfrente, jugando con un bisturí entre los dedos de su única mano.
Entonces, dejó de llover.
Tercer lugar:
Día 18 (Tallerista: Carmen Simón)
EL AMIGO (por Berto)
Desde las alturas, lo sigo observando mientras cobija a otros ingenuos.
Era mi mejor compañero. Juntos nos reíamos de los que se mojaban. Hacíamos mofa y diversión de cualquier tontería.
Una tarde de octubre, bajo esa lluvia eterna y cansina, sentí frío en las entrañas; él quiso aliviar mis soledades, ayudarme a aventar penas. Comenzó a cerrar sus varillas hasta abrazarme cada vez con más intensidad.
Noté cómo crujían mis huesos. Intenté soltarme, pero su fuerza me superaba. Finalmente, caí exánime y él voló.
Menciones honoríficas:
Día 7 (Tallerista: Carlos de Bella (Sapo)
Dilema chino (por Regaliz)
Me citó en la puerta de un bar en la zona de bancos, con una original consigna: “voy a tener en la mano un paraguas negro destartalado”. Hace veinte minutos que, desde la vereda de enfrente, estoy tratando de elegir a qué señor abordar, de entre todos los que esperan debajo de la marquesina a que pase el aguacero.
Día 16 (Tallerista: Miriam Chepsy)
En celo (por Noé)
Apenas comienza la lluvia, se encabrita impaciente y no me queda otro remedio que sacarlo a recorrer la ciudad. No piense que soy yo quien elige el camino, es él quien se encarga de dirigir mis pasos, siempre por los bulevares concurridos o las calles más comerciales, para fingir encontronazos como este. Si le desobedezco, engarfia el mango alrededor de mi muñeca hasta hacerme daño. Incluso ha sido capaz de volver sus varillas hacia mí, amenazando con introducírmelas en los ojos. Sabe bien lo que busca. Sus preferidas son las de mango de marfil, tejido de raso y colores pastel, justo como la suya. Fíjese, señorita, parece que ella no lo mira con malos ojos. ¿No cree que deberíamos dejarlos intimar? En el paragüero de esta cafetería, por ejemplo. Así mientras ellos disfrutan un ratito, usted y yo, bien resguardados, compartimos una taza de té.
Primer lugar:
Día 11 (Tallerista: Carlos Bortoni)
Reporte meteorológico (por Black dot)
Una lluvia de palabras se cierne sobre mi cabeza. Abro el paraguas y ellas resbalan hasta caer al vacío. Estiro la mano para coger una, pero no atrapo nada. Es así como escurre esta historia.
Segundo lugar:
Día 8 (Tallerista: Tequila)
Nocturno (por Sinjajo)
Cuando se largó a llover, buscó algún reparo; pero las casas, pegadas hombro con hombro, carecían de cualquier gesto amable. Entonces descubrió que había un paraguas en medio de la calle. De tres zancadas llegó hasta él, lo abrió y volvió sobre sus pasos. Era un buen paraguas, como los de antes, con asta y mango de madera. Agradeció su suerte y caminó sin apuro. Poco le importaba que ahora lloviera a cántaros: bajo aquel paraguas la lluvia le parecía una cosa lejana, que sucedía en otra parte. Al cabo de unas cuadras notó que un hombre caminaba a la par de él, pero en la vereda de enfrente, y que no llevaba paraguas. Apretó el paso, y el otro hizo lo mismo. Aminoró la marcha, y el otro volvió a imitarlo. Bufando, se detuvo y se acercó al cordón de la vereda. El otro también se acercó. Y de repente se sintió intimidado por aquella mirada aviesa y sin fondo. Aun así, se cargó de valor.
—¿Qué quiere? —le dijo.
—No se trata de lo que yo quiera, sino de lo que usted me va a tener que pedir —le respondió el otro, y desapareció al amparo de un relámpago.
Poco después, al llegar a su casa, el hombre intentó, primero, cerrar el paraguas, y luego, como no lo conseguía, dejarlo en la calle. Mas ahora el mango era una mano que oprimía con creciente fuerza a la suya. Azorado, apartó la vista, y volvió a ver al otro, en la vereda de enfrente, jugando con un bisturí entre los dedos de su única mano.
Entonces, dejó de llover.
Tercer lugar:
Día 18 (Tallerista: Carmen Simón)
EL AMIGO (por Berto)
Desde las alturas, lo sigo observando mientras cobija a otros ingenuos.
Era mi mejor compañero. Juntos nos reíamos de los que se mojaban. Hacíamos mofa y diversión de cualquier tontería.
Una tarde de octubre, bajo esa lluvia eterna y cansina, sentí frío en las entrañas; él quiso aliviar mis soledades, ayudarme a aventar penas. Comenzó a cerrar sus varillas hasta abrazarme cada vez con más intensidad.
Noté cómo crujían mis huesos. Intenté soltarme, pero su fuerza me superaba. Finalmente, caí exánime y él voló.
Menciones honoríficas:
Día 7 (Tallerista: Carlos de Bella (Sapo)
Dilema chino (por Regaliz)
Me citó en la puerta de un bar en la zona de bancos, con una original consigna: “voy a tener en la mano un paraguas negro destartalado”. Hace veinte minutos que, desde la vereda de enfrente, estoy tratando de elegir a qué señor abordar, de entre todos los que esperan debajo de la marquesina a que pase el aguacero.
Día 16 (Tallerista: Miriam Chepsy)
En celo (por Noé)
Apenas comienza la lluvia, se encabrita impaciente y no me queda otro remedio que sacarlo a recorrer la ciudad. No piense que soy yo quien elige el camino, es él quien se encarga de dirigir mis pasos, siempre por los bulevares concurridos o las calles más comerciales, para fingir encontronazos como este. Si le desobedezco, engarfia el mango alrededor de mi muñeca hasta hacerme daño. Incluso ha sido capaz de volver sus varillas hacia mí, amenazando con introducírmelas en los ojos. Sabe bien lo que busca. Sus preferidas son las de mango de marfil, tejido de raso y colores pastel, justo como la suya. Fíjese, señorita, parece que ella no lo mira con malos ojos. ¿No cree que deberíamos dejarlos intimar? En el paragüero de esta cafetería, por ejemplo. Así mientras ellos disfrutan un ratito, usted y yo, bien resguardados, compartimos una taza de té.
Malvadisco
11 de August de 2017 / 20:03
11 de August de 2017 / 20:03
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