Solía verlo en el ascensor del edificio; era joven y apuesto. No cruzábamos palabra porque éramos extraños y en esta ciudad los desconocidos no se saludan. Yo en mi timidez dirigía la vista al suelo después de verlo con fugaz disimulo. Así seguía hasta llegar a mi piso. Él metía las manos en los bolsillos de los pantalones y contemplaba sus zapatos que parecían recién pulidos. Solo nos mirábamos a los ojos, cuando ya cada quien en su departamento abría las persianas, para mostrarle su cuerpo desnudo al otro, que se solazaba ante la vista de su espléndido vecino.
Black Dot
14 de October de 2022 / 03:40
Perfectos extraños 14 de October de 2022 / 03:40
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Taller 15 de October de 2022 / 03:41
Mónica Brasca
 

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