Fui a Heathrow a llevarle su automóvil a James, quien volvía de una misión en el Medio Oriente. Debíamos reportarnos al MI6 esa misma tarde. En el camino de regreso observó que nos seguían tres vehículos negros, posiblemente blindados, y varias motocicletas. Convencido de que el ataque es la mejor defensa, aceleró e hizo uso de todo su arsenal para neutralizar a quienes, de inmediato, respondieron al fuego, hasta quedar muertos y desperdigados a lo largo de varias cuadras. Pasado el incidente, notamos un gran despliegue policiaco a medida que nos acercábamos al cuartel de la inteligencia británica y, al descender del auto, cientos de armas nos apuntaban. Como es costumbre, él logró escapar y yo fui interrogado. Fue cuando me enteré de todo: el Primer Ministro y su comitiva habían volado en pedazos al impacto de un misil disparado desde el inconfundible Aston Martin plateado de Bond.