Parecía mentira que creyeran que me había arriesgado a entrar en la habitación del rey para matarlo. Por el contrario, lo hice para advertirle del peligro que corría y decirle que tomara precauciones, porque en la siguiente ceremonia que se celebrara en el palacio lo matarían. Tras ser interrogado por sus guardias me agradeció el gesto y alzando su copa, me deseó salud y larga vida antes de ser liberado más tarde por órdenes reales. Tres días después, al terminar de rendirle honores, el tirano moría ante los ojos del pueblo en la gran pira funeraria donde fue cremado. Jamás descubrieron que las gotas que vertí en su copa al entrar le producirían catalepsia al día siguiente.
Simbad
14 de August de 2022 / 16:16
La profecía 14 de August de 2022 / 16:16
Simbad
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Mónica Brasca
 

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