—"Cosa fácil. No hay motivos y al forastero nadie lo conoce en El Pireo".
—Serán dos mil dracmas –Espetó una voz juvenil al otro lado de la línea telefónica.
—"De acuerdo. Tome asiento en la barra donde habrá un membrete indicando ‘reservado’. Ahí, cuando el barman le traiga un doble Ouzo le hará entrega de la talega. Al terminar de contar su comisión cumpla con lo convenido".
A la hora señalada alguien, con marcado acento inglés y voz semejante a la de quien lo había contratado pidió a su vez un doble Ouzo. El sicario apuró su trago. Acomodó el talego en la cintura, caminó unos pasos y, descargó la Luger en la cabeza del desconocido. Salió del tugurio caminando tranquilo para atravesar con parsimonia las calles del puerto ateniense.