A ver así


Atravesando Vicent van Gogh un puente en Oslo, una mano anónima se alzó empuñando un carnívoro cuchillo que fue a dar con su filo en el apéndice auricular izquierdo del genio pelirrojo. La oreja cayó como un pequeño fardo sobre el empedrado del puente, y el grito de dolor del artista fue tal que dejó paralizados a los transeúntes. El joven pintor Eduard Much, que casualmente pasaba por allí, se agachó, recogió la oreja y continuó su camino mientras tomaba notas aéreas de lo que a la postre sería su famoso cuadro: “El grito”.
Chester Truman
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