A riesgo de que descubrieran su amor antinatural, su amante se disfrazó de soldado y juntos marcharon a la guerra. En la última lucha, el ejercito enemigo los superaba en número y ambos murieron abrazados. Por su valor, Filipo II mandó a enterrar juntas a las parejas de guerreros muertas en batalla. Aunque de la última tumba, desechó a la mujer para no empañar la memoria del comandante tebano.
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José M. Nuévalos
 

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