Si la señorita Martinez te suplicaba que te quedaras después del trabajo para reponer las horas de permiso que te habías tomado, te negabas. Mientras arqueabas la espalda como si acabaras de levantarte de una sesión de sexo, le contabas lo demandante que era estar casada.
—Ay, patroncita, mi esposo me espera en casa para el “almuercito”. Lo sabría si tuviera marido… Pero mejor está usted así sin esas obligaciones—. Y escondías una sonrisa ladina.
Pero cuando te descubrió sacando de su cartera el dinero que usarías para comprar cigarros, una camisa y una colonia Paco Rabanne, y te despidió, tuviste que prescindir de lo superfluo. Que ya tu patrona no te subsidiaba el gasto de un marido.
Carabela
14 de July de 2022 / 14:31
Recorte de gastos no esenciales 14 de July de 2022 / 14:31
Carabela
Taller 15 de July de 2022 / 08:35
Mónica Brasca
 

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