El anciano camina en compañía del discípulo.
—El fin está cerca, lo presiento, Zef. Me alegra que estés aquí; conocerás la verdad.
—¿Qué dice, maestro?
—Que descifré la naturaleza del tiempo y de la vida.
—¿Y cuál es?
—Verás: el tiempo es una inmensa burbuja, una esfera hueca. La vida, íntimamente ligada a él, solo existe en su interior. Nacemos ahí dentro, en algún punto, al azar. En vida, nos movemos como moscas, hasta topar con la pared interna. En ese encuentro, morimos.
—Suena interesante. ¿Y cómo explica que unos mueran antes que otros?
—Por lo que dije. Nacemos en cualquier lugar del interior; unos cerca de la pared, otros lejos. Pero nadie escapa de chocar, algún día, con ella. Al ser un espacio cerrado, la vida es finita, como sabes.
 —¿Es todo?
—Aquí lo fascinante: como la pared es permeable, una parte nuestra la cruza al morir y emerge a la superficie, lo que explica la eternidad. ¿Cuántas veces y por cuánto tiempo puedes dar vueltas sobre una esfera sin hallar obstáculos, bordes o un final?
—Miles, millones tal vez. Una infinidad, pues.

De pronto, el maestro percibe algo frente a él. Palpa lo que parece ser un muro invisible y sonríe.
—!La hallé!, llegó mi tiempo. Adiós, muchacho. Te veo cuando la encuentres, o ella a ti.
Un resplandor surge de entre su ropa y se pierde detrás del aire. La sonrisa permanece en el rostro mientras, inerte, su cuerpo cae lentamente.
Pseudónimo
10 de April de 2022 / 12:13
Perdido 10 de April de 2022 / 09:21
Héctor
La cronósfera 10 de April de 2022 / 12:13
Pseudónimo
Perdoooón, esto no va aquí. 10 de April de 2022 / 12:16
Pseudónimo
No hay problema 11 de April de 2022 / 18:42
Héctor
 

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