Selección día 18: LA CHICA DEL PARAGUAS de Lepes
La chica del paraguas
Lepes
A la hora de la siesta, la ciudad era un horno. Y yo me estaba cocinando
en la esquina de Lavalle y Belgrano, cuando vi que una chica venía
caminando hacia mí con un paraguas abierto. Con este sol eso no tendría
nada de extraño, si no fuera por el hecho de que llovía dentro del
paraguas. Era una lluvia tenue, de esas que mojan al cabo de un rato.
—¿No sabés si ya pasó el 223? —me preguntó.
—Debe pasar en cualquier momento —demoré en responder.
La chica giró una perilla en el mango del paraguas y la lluvia se
incrementó de manera considerable. Se le veía tan a gusto que dolía.
—¡Qué sol para esta esquina sin sombra! —dije chambonamente al tiempo que me secaba el sudor de la cara.
—Si no te importa mojarte… —me susurró la chica, haciéndome un lugar bajo el paraguas.
Y de repente oí mi nombre como un eco lejano, y sentí que me zamarreaban y que me palmeaban las mejillas. Era la impuntual de mi novia.
—¡Estás empapado!, ¿qué te pasó? —dijo.
—No le pregunté cómo se llamaba —atiné a contestar.
—¿Cómo se llamaba quién?
—¡La chica del paraguas! —exclamé, mientras la observaba ascender,
completamente seca, al 223.
Lepes
A la hora de la siesta, la ciudad era un horno. Y yo me estaba cocinando
en la esquina de Lavalle y Belgrano, cuando vi que una chica venía
caminando hacia mí con un paraguas abierto. Con este sol eso no tendría
nada de extraño, si no fuera por el hecho de que llovía dentro del
paraguas. Era una lluvia tenue, de esas que mojan al cabo de un rato.
—¿No sabés si ya pasó el 223? —me preguntó.
—Debe pasar en cualquier momento —demoré en responder.
La chica giró una perilla en el mango del paraguas y la lluvia se
incrementó de manera considerable. Se le veía tan a gusto que dolía.
—¡Qué sol para esta esquina sin sombra! —dije chambonamente al tiempo que me secaba el sudor de la cara.
—Si no te importa mojarte… —me susurró la chica, haciéndome un lugar bajo el paraguas.
Y de repente oí mi nombre como un eco lejano, y sentí que me zamarreaban y que me palmeaban las mejillas. Era la impuntual de mi novia.
—¡Estás empapado!, ¿qué te pasó? —dijo.
—No le pregunté cómo se llamaba —atiné a contestar.
—¿Cómo se llamaba quién?
—¡La chica del paraguas! —exclamé, mientras la observaba ascender,
completamente seca, al 223.
Carmen Simón
05 de June de 2017 / 08:20
05 de June de 2017 / 08:20
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