Todas las tardes iba con mi papá o mi mamá a andar en bicicleta por el parque y casi siempre encontrábamos al señor de los globos en nuestro recorrido. En ocasiones iba acompañado por su hijo, quien daba vueltas con los brazos extendidos haciendo ruidos en un triciclo desvencijado o a veces corriendo. 
—¡Brooom!, ¡suoosh! —se le oía imitar el sonido de un avión— mientras decía que le gustaría volar y ser aviador y, luego, astronauta.
Un viernes vimos al niño con un gran racimo de globos y le preguntamos por su padre.
—Esta enfermo y no va a poder venir unos días, hasta que se alivie —nos dijo— y me encargó venderlos antes de que se desinflen. 
El domingo mi papá pensó que sería buena idea comprarle varios de ellos para ayudarlo, pero no lo encontramos por más que recorrimos todo el parque. De pronto, alguien señaló al cielo. Entre brincos (que nunca supe si eran de alegría o de preocupación), decía:
—¡Miren!, ¡miren. ¡Ahí está!, arriba de los árboles. 
Al voltear hacia arriba lo vimos. Con una mano se sostenía de los globos y con la otra, saludaba dando gritos de felicidad.
—!Les dije!, ¡ya vuelo!. ¡Ya soy aviador! ¡Hurra!
Después de varios días sin volver a verlo, tomamos un telescopio y empezamos a buscar en todas partes. Unos puntitos de colores en la superficie de la luna nos dieron a entender que ya había cumplido su sueño.
Pi
05 de March de 2022 / 22:36
El primer astronauta del pueblo 05 de March de 2022 / 22:36
Pi
Comentario de Daniel Frini 11 de March de 2022 / 20:29
Daniel Frini
Respuesta al comentario 21 de March de 2022 / 19:36
Pi
 

Para poder escribir en la Marina, tienes que registrarte como usuario o ingresa.