Le basta con escuchar alguna canción de moda, un discurso político, el más reciente anuncio publicitario o ver una película taquillera para encontrarlos y, con una amplia sonrisa que le ilumina el rostro, sentirse a sus anchas. Ahí están esos lugares, envueltos en las tinieblas o visibles a plena luz del día, para su solaz y esparcimiento. Como todo ser humano común y corriente, los busca y los prefiere; le sienta bien hallarse en su hábitat natural, la zona de confort donde está a salvo de su más terrible enemigo: el silencio sobrecogedor del laberinto de la soledad.