Un hotel de paso, tú cubriéndote el rostro para que no te reconozcan. Yo preguntándome si vienes seguido. ¿Seré el único en tu vida, aparte de tu esposo? No traes nada debajo del abrigo que se desliza de tus hombros, hasta caer a tus pies. La hermosa, negra, violencia de tu sexo. Ojos que te quieren guardar en la memoria; manos que desean acariciar cada palmo de tu piel, tu mirada que guía mis pasos desde donde he quedado anclado ante tu portentosa desnudez. Mis labios que besan tu cuello; lamen tus pechos erguidos, perfectos; se pasean por tu vientre; susurran tu nombre en la caracola de tu oído; levantan una oración sin fe y repiten, no te merezco, no te merezco, no te merezco. Y aquí, a pesar de tu marido, de tus hijos, de los consejos de tu madre, de que ya se hizo tarde en esta noche triste, estás conmigo.