—Es perfecto, fuerte, gentil y jamás me contradice.
—Suena interesante.
—Me lleva a donde quiero, espera con paciencia y carga las compras sin chistar.
—Vaya, qué sorpresa.
—Me abre la puerta, acomoda el asiento, toca la música que me gusta.
—¡Qué maravilla! Quisiera conocerlo.
—Además, se conduce con suavidad, pero es brioso y apasionado cuando la ocasión lo amerita, y...
—¿Y qué tal en la cama?
—Idiota, hablo de mi nuevo automóvil , no del estúpido de Lorenzo. Ese actúa como robot.