La aventura prometía ser muy interesante y redituable. Provisto del sofisticado artefacto que encontró en un bazar, viajaría por el mundo en busca de restos rescatables de los clásicos de la literatura para recrearlos. Unos cabellos, pedazos de huesos, uñas o dientes bastarían para recuperar el ADN de aquellos genios y duplicarlos. Los convencería con engaños para que escribieran nuevas obras, con la idea de apoderarse de ellas y publicarlas como suyas. Sería famoso.

Al cabo de unos meses se dio cuenta del fracaso. Lo más que consiguió fue que aquellos pobres vejestorios apenas se acordaran de lo que habían escrito y de algunos pasajes. Algunos ni siquiera recordaban su nombre o se confundían con el propio y los de sus personajes. El caso más extraño fue el aquel que, cada vez que empuñaba la pluma para escribir, le crecía la nariz.
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02 de November de 2021 / 01:41
Al rescate 02 de November de 2021 / 01:41
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Taller seleccionada 08 de November de 2021 / 10:57
Carmen Simón
 

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