Después de múltiples intentos infructuosos para procrear, la pareja acudió a un especialista. Luego de algunas sesiones, y tras revisar los resultados del laboratorio, el médico los hizo pasar al al consultorio.
—Por lo que respecta a usted, señor Iturbide —dijo con amabilidad—, no hay nada de qué preocuparse: la testosterona está en niveles óptimos y su próstata no tiene ningún problema. En cuanto a usted, señora...
Antes de que pudiera decir más, el marido interrumpió abruptamente al doctor:
—Discúlpeme, pero ahora ya tengo más de un motivo para alarmarme, doctor. Esos análisis son los de mi esposa.