De cualquier manera
Don Arnoldo no había bien terminado de eyacular cuando el padre de la quinceañera ya le había cercenado el cuello de dos certeros machetazos con toda la fuerza que le dio la rabia; y un súbito rigor mortis impidió separar cadáver y muchacha hasta luego de cercenar otra parte del viejo (pero, eso sí, cumplidor) don Arnoldo, para a continuación extirpar el trozo restante con unos alicates. Rosita, la quinceañera, no paró de gritar en tres días, y cuando por fin se silenció fue para no volver a hablar. Su mente tomó un viaje sin retorno. La gente del pueblo llegó a decir que no había sido cosa voluntaria sino violación, y justificaron la locura de la chica porque cómo demonios no se iba a impresionar la pobre si la estaba cabalgando el jinete sin cabeza.
Crusó
15 de October de 2021 / 18:52
15 de October de 2021 / 18:52
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