En esta ciudad el arcoíris aparece disfrazado de su sombra multidisciplinar, tras el manto irreversible de un día de lluvia sin los esperados rayos ultravioletas. Los contratiempos de sus ciudadanos no se hacen esperar, y los acelerones son un estrepitoso desenfreno del baluarte estándar de las agujas de sus relojes, que apuntan una granizada meteorita. La bocanada metropolitana engulle la inercia de sus parámetros colosales, de los gigantes paraguas.
Proserpina
05 de May de 2017 / 10:12
Cosmopolítas 05 de May de 2017 / 10:12
Proserpina
 

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