A Silvia, Shiva le dicen sus amigos, la trajeron de Michoacán muy chica. A los quince años trabajaba de mesera en un restaurant a donde las prostitutas llegaban a cenar entre clientes y a veces sin todavía persignarse. Ahí conoció a Rubén que era chofer de un taxi y se fue a vivir con él. A pesar de que se le entregó nuevecita, como dice ella, el tipo le exigía una prueba de amor.
—Acuéstate con otro y me das el dinero que te pague —le decía.
Para remediar las dudas, y solo por amor, lo hizo. Desde entonces para que la armonía en casa marche bien ella va a la cama con extraños, el los lleva al hotel, aguarda a que salgan y recibe el dinero que Shiva se gana a cuerpo.