Al pensar en que si sucumbía al virus, sus cenizas serían depositadas en una pequeña urna o su cadáver en un ataúd en una fosa, prefirió confinarse durante la pandemia a pesar del horror que le causaba estar encerrado. Así tendría más tiempo para pensar en un final glorioso y menos limitante. Después de todo, disponía de los recursos, y un mausoleo con amplios vanos, columnas dóricas y vista al mar no le pareció que fuera una idea tan descabellada.