Absorto en una incisión, Meister Ouden -especialista en cirugías microscópicas- cuenta a sus asistentes haber descubierto una funesta civilización entre las vísceras sangrientas de una paciente; esculca con presteza el intestino, sostiene esa mirada de biólogo trasnochado y pide le acerquen el líquido revelador. Al rociarlo a lo largo, el órgano se sacude y comienza a mancharse de puntos negros. ¡Son ellas!, exclama, ¡cada mancha es una colonia, dispuesta a defenderse! Tras el microscopio, puede apreciarse un ejército en formación de ataque, que se repliega ante cada rocío de muerte. En medio de la violenta confusión, los pueblos diminutos se callan mutuamente, pues el usurpador resulta ser también un dios de la guerra. De pronto, aquellos puntos se extienden hasta ennegrecer el aparato, el sistema, el cuerpo completo.El doctor señala la hora de muerte y suspira. Afuera hay más pacientes con esperanza, imaginan cada cual ser sanados de esta extraña enfermedad.