Tiritando de frío sobre la mesa de exploración, el médico palpa el bulto en uno de mis senos.
—Nos volvemos a ver,doctor. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Diez, veinte, quince años? Se ve usted muy guapo, como si el tiempo no pasara por usted —bromeo para “romper el hielo''.
En cambio, yo sé que me veo como de dieciocho, que fue cuando me sometí al procedimiento.
—Diecisiete años —me indica y se pasa la mano por el cabello entrecano que no tenía la última vez que nos vimos.
—Me imagino que estoy aquí, porque ya hay una solución a mi problema. Deseo tanto ver a mis padres y retomar mis estudios de veterinaria...
—El fármaco no resultó tan bien como en las pruebas iniciales —me interrumpe—. Las demás pacientes se están deteriorando rápidamente. Es mejor que regreses al tanque.
Mi sonrisa, mis sueños y las lágrimas se congelan bajo un baño de nitrógeno líquido que me devuelve a la seguridad de la criogenia a la espera de una futura cura. .