Nuestra jueza cinco estrellas, Ana María Shua, nos da a conocer las minificciones premiadas de abril
Primer lugar
Licencia para matar es una minificción muy original, distinta de todas las que se presentaron. ¡La idea central es excelente! Y si se me permite una sugerencia, creo que ganaría ajustándola todavía más, hay que recordar que el lector ya sabe muchas cosas sobre James Bond que no hace falta recordarle.
Licencia para matar
Luz y Fer
Verme como un asesino serial es inconcebible, aunque no falso del todo. Para mí, el mal es cualquier amenaza; el bien, aquello que me da seguridad, comida, abrigo, alegría, placer o sexo. Dirán que soy primitivo, y tienen razón, que solo me guío por mis instintos, y aciertan. De no ser así, ya estaría muerto. Soy lo que soy, soy yo y mi circunstancia, soy Bond, James Bond. Además, tengo permiso y lleva un número. Pocos tienen ese privilegio.
Segundo lugar
El DDT: ¡Siempre pensé que un asesino serial podría haber empezado como control de plagas! Y este texto lo viene a confirmar. Me parece muy logrado el efecto entre cómico y gore.
El DDT
Big Brother
Desde niño aprendí que era preciso matar arañas, cucarachas y ratas para sobrevivir en aquel cuartucho donde vivía. Así gané mi apodo. En la adolescencia me di cuenta que el barrio estaba invadido por otros bichos más perniciosos, y continué con mi tarea hasta la juventud, cuando descubrí que también eran comestibles y agradables al gusto. Era necesario para no sucumbir. Como adulto constaté que estaban por toda la ciudad, que disfrutaba verlos sufrir y que me producía un enorme regocijo oír sus súplicas mientras cortaba sus extremidades hasta que dejaban de respirar. Para entonces, esas fuentes bípedas, gratuitas, llenas de proteínas y sabores extravagantes, ya me eran indispensables.
Tercer lugar
Muy original y muy interesante la motivación del asesino. Es una minificción que se destaca entre las demás por esa curiosa idea del asesino que ha matado solo para poner contenta a su mamá haciéndola salir en la tele. Bien escrito, además.
Hijo pródigo
Black Dot
Veo a mi madre a través del grueso vidrio. Como tanto he oído, la pantalla de cristal causa que la gente se vea más grande, “Ganan peso y años”, dicen. Ella no es la excepción. Los surcos alrededor de sus ojos, se ven más profundos, también los de su boca. Su espalda encorvada parece soportar, después de esta fama mal ganada, el paso de muchos años más de los que tiene. Los que la entrevistan son inmisericordes, como si ella tuviese la culpa. Quizás sí, aunque, nunca lo sabremos. Lo cierto es que le cumplí. “Un día quiero salir en la tele”, me lo dijo tantas veces. Hoy estoy aquí, en esta jaula sucia, como un macabro canario cuyo canto se expresa en la cantidad de muertos que me achacan. Ella en la televisión, su sueño hecho realidad. Yo de este lado, lleno de orgullo.
Finalistas (en este orden)
Todos los textos preseleccionados tienen muy buen nivel de calidad. Fue difícil y un poco arbitrario elegir a las menciones y los finalistas. Sin embargo, los autores pueden estar orgullosos de haberse destacado, por sus ideas o su escritura, dentro de un promedio general muy bueno.
Ética criminal
Pseudónimo
Como ilusionista, mago y maestro del escapismo, todo el tiempo gocé de una notoria (y alevosa, lo reconozco) ventaja sobre mis víctimas. Mientras les hacía creer, según las circunstancias, que era un caballeroso príncipe austriaco, un famoso actor de cine o un acaudalado playboy, me apoderaba (literalmente) de su corazón y abusaba de ellas para después cortarlas en trozos e introducirlas en mi chistera. Acto seguido, desaparecía de la escena sin dejar rastro. Con los hombres era más sencillo. De ellos solo me interesaban su cartera, el reloj (siempre y cuando fuera de buena marca) y charlar amigablemente antes de asestarles un tiro en la cabeza y escapar. Siempre actué con cortesía y amabilidad, jamás con violencia. Me parecía de pésimo gusto amargarle el día a alguien y despacharlo a la otra vida con un mal sabor de boca.
Veni, vidi, vici
bebé
Los contendientes se preparaban cada día mejor y la competencia era reñida. Las marcas se batían constantemente mientras el mundo, atónito, observaba. Mi incursión en el ámbito deportivo fue todo un éxito. En tan solo una semana coseché más de trescientas medallas de oro, plata y bronce y un récord mundial. Pasados estos años, la policía todavía se quiebra la cabeza para averiguar cómo fue posible que ocurrieran aquellas muertes en serie en la Villa Olímpica.
Cuestión de Higiene
Pi
Elegía a las víctimas por Internet. El catálogo de candidatas parecía ser inagotable. El anonimato era mi cómplice; la búsqueda de satisfacción mutua, el pretexto; un cuchillo, el arma predilecta y la sorpresa, mi principal aliada. Lo hice por varios años hasta descubrir que se había convertido en una adicción, más poderosa que cualquier droga y que, por su bajo costo, sería difícil de erradicar. Frente a la posibilidad de ser catalogado como un asqueroso asesino serial y un inmundo adicto, no me quedó más opción que contratar a dos sicarios que, tras la consumación de los actos amorosos, se encargaran del trabajo sucio para mantener mis manos limpias.
Modelo de eficacia
Volkandert
A quien corresponda:
No ser descubierto fue emocionante al principio. Al darme cuenta de que nadie se interesaba en atrapar al asesino de gente de bajo perfil, busqué diversificarme. La emoción de cobrar notoriedad y haber sido bautizado como “el verdugo encapuchado” por la prensa, convirtió mi pasatiempo en empleo nocturno, y más tarde, en un trabajo de tiempo completo. Al paso de los meses fue más difícil encontrar a mi siguiente víctima, hasta que al final solo quedó una. Temo que cuando esto acabe, no haya quien lea esta nota y pueda aclarar las circunstancias de mi muerte. Tampoco a quien culpar.
El mimo
Chester Truman
Las mato callando.
Haciendo carrera
Lafitte
Juan flaqueó. Quería relatar lo ocurrido con Marina. “Hasta los mejores doctores pierden pacientes”, le dije; “Era un juego y después se quedó dormida”, le insistí. No se convencía. Una piedra lo hizo. No volví a saber de él hasta que lo encontraron al fondo de la barranca. Dijeron que cayó tras un forcejeo y se había golpeado la cabeza al rodar. A nuestra amiga la hallaron muerta detrás de la fuente, donde termina el parque. Corrió el rumor de un pederasta suelto en el pueblo. Nunca fue localizado. Siguieron buscando mientras tres niñas más desaparecieron en seis meses; algunas otras en los siguientes años. Hubo sospechas, interrogaron a los mayores y detuvieron a dos hombres. Entretanto, crecí. Mis padres me anunciaron que iría a la preparatoria en la ciudad. Me alegró saberlo. Prometí empeñarme en mis estudios encaminados a la Medicina y poco después demostré mis habilidades. Pasó el tiempo, y al terminar el bachillerato aún buscaban a un asesino en la urbe. Siete mujeres habían muerto en extrañas circunstancias. Rogué al cielo para que lo encontraran; era importante para mí. La próxima mudanza a la Universidad en la capital me brindaba un nuevo horizonte y la oportunidad de continuar mi carrera.
Francotirador
Simbad
Unos lo hacen porque es un deber patriótico, según les dijeron en la milicia; otros, por dinero. Yo soy diferente. Lo hago por la misma razón que alguien se arriesga a cruzar los rápidos en un kayak o se atreve a retar al Aconcagua: por la emoción y la adrenalina, por vencer los miedos y limitaciones o por simple diversión. Todo, desde escoger el objetivo, seleccionar el mejor ángulo, diseñar la ruta de escape, armar las coartadas y por supuesto, elegir el arma, es parte de ese ritual enervante que me apasiona. La próxima vez que usted camine por la calle, que cruce el atrio de una iglesia o que vaya de paseo a una plaza o parque, mire a su alrededor, hacia las azoteas, a las ventanas, a los autos estacionados, al campanario, detrás de los árboles, y véase a sí mismo invadido por el miedo. Sienta lo que yo no puedo sentir por usted. Tal vez me vea también a mí, impávido y sereno, lejano, atento. Si oye una detonación cercana, con seguridad será la última. El siguiente disparo lo fulminará antes de escucharlo. No acostumbro dejar las cosas a medias ni decepcionar a los medios que me han dado tanta popularidad.
El rompecabezas
Gesel van God
Dejé varias pistas para que los policías descubrieran la osamenta. Mientras tanto, conseguí documentos falsos y cambié de identidad. Cada hueso y pieza dental de aquel esqueleto correspondía a una persona distinta. El análisis y clasificación de los restos iba a llevar tiempo. Para entonces, ya tendría otra vida. Identificar a las víctimas por su ADN prometía ser un trabajo arduo y, a la vez, la clave de mi exoneración. Uno de los molares era mío
Licencia para matar es una minificción muy original, distinta de todas las que se presentaron. ¡La idea central es excelente! Y si se me permite una sugerencia, creo que ganaría ajustándola todavía más, hay que recordar que el lector ya sabe muchas cosas sobre James Bond que no hace falta recordarle.
Licencia para matar
Luz y Fer
Verme como un asesino serial es inconcebible, aunque no falso del todo. Para mí, el mal es cualquier amenaza; el bien, aquello que me da seguridad, comida, abrigo, alegría, placer o sexo. Dirán que soy primitivo, y tienen razón, que solo me guío por mis instintos, y aciertan. De no ser así, ya estaría muerto. Soy lo que soy, soy yo y mi circunstancia, soy Bond, James Bond. Además, tengo permiso y lleva un número. Pocos tienen ese privilegio.
Segundo lugar
El DDT: ¡Siempre pensé que un asesino serial podría haber empezado como control de plagas! Y este texto lo viene a confirmar. Me parece muy logrado el efecto entre cómico y gore.
El DDT
Big Brother
Desde niño aprendí que era preciso matar arañas, cucarachas y ratas para sobrevivir en aquel cuartucho donde vivía. Así gané mi apodo. En la adolescencia me di cuenta que el barrio estaba invadido por otros bichos más perniciosos, y continué con mi tarea hasta la juventud, cuando descubrí que también eran comestibles y agradables al gusto. Era necesario para no sucumbir. Como adulto constaté que estaban por toda la ciudad, que disfrutaba verlos sufrir y que me producía un enorme regocijo oír sus súplicas mientras cortaba sus extremidades hasta que dejaban de respirar. Para entonces, esas fuentes bípedas, gratuitas, llenas de proteínas y sabores extravagantes, ya me eran indispensables.
Tercer lugar
Muy original y muy interesante la motivación del asesino. Es una minificción que se destaca entre las demás por esa curiosa idea del asesino que ha matado solo para poner contenta a su mamá haciéndola salir en la tele. Bien escrito, además.
Hijo pródigo
Black Dot
Veo a mi madre a través del grueso vidrio. Como tanto he oído, la pantalla de cristal causa que la gente se vea más grande, “Ganan peso y años”, dicen. Ella no es la excepción. Los surcos alrededor de sus ojos, se ven más profundos, también los de su boca. Su espalda encorvada parece soportar, después de esta fama mal ganada, el paso de muchos años más de los que tiene. Los que la entrevistan son inmisericordes, como si ella tuviese la culpa. Quizás sí, aunque, nunca lo sabremos. Lo cierto es que le cumplí. “Un día quiero salir en la tele”, me lo dijo tantas veces. Hoy estoy aquí, en esta jaula sucia, como un macabro canario cuyo canto se expresa en la cantidad de muertos que me achacan. Ella en la televisión, su sueño hecho realidad. Yo de este lado, lleno de orgullo.
Finalistas (en este orden)
Todos los textos preseleccionados tienen muy buen nivel de calidad. Fue difícil y un poco arbitrario elegir a las menciones y los finalistas. Sin embargo, los autores pueden estar orgullosos de haberse destacado, por sus ideas o su escritura, dentro de un promedio general muy bueno.
Ética criminal
Pseudónimo
Como ilusionista, mago y maestro del escapismo, todo el tiempo gocé de una notoria (y alevosa, lo reconozco) ventaja sobre mis víctimas. Mientras les hacía creer, según las circunstancias, que era un caballeroso príncipe austriaco, un famoso actor de cine o un acaudalado playboy, me apoderaba (literalmente) de su corazón y abusaba de ellas para después cortarlas en trozos e introducirlas en mi chistera. Acto seguido, desaparecía de la escena sin dejar rastro. Con los hombres era más sencillo. De ellos solo me interesaban su cartera, el reloj (siempre y cuando fuera de buena marca) y charlar amigablemente antes de asestarles un tiro en la cabeza y escapar. Siempre actué con cortesía y amabilidad, jamás con violencia. Me parecía de pésimo gusto amargarle el día a alguien y despacharlo a la otra vida con un mal sabor de boca.
Veni, vidi, vici
bebé
Los contendientes se preparaban cada día mejor y la competencia era reñida. Las marcas se batían constantemente mientras el mundo, atónito, observaba. Mi incursión en el ámbito deportivo fue todo un éxito. En tan solo una semana coseché más de trescientas medallas de oro, plata y bronce y un récord mundial. Pasados estos años, la policía todavía se quiebra la cabeza para averiguar cómo fue posible que ocurrieran aquellas muertes en serie en la Villa Olímpica.
Cuestión de Higiene
Pi
Elegía a las víctimas por Internet. El catálogo de candidatas parecía ser inagotable. El anonimato era mi cómplice; la búsqueda de satisfacción mutua, el pretexto; un cuchillo, el arma predilecta y la sorpresa, mi principal aliada. Lo hice por varios años hasta descubrir que se había convertido en una adicción, más poderosa que cualquier droga y que, por su bajo costo, sería difícil de erradicar. Frente a la posibilidad de ser catalogado como un asqueroso asesino serial y un inmundo adicto, no me quedó más opción que contratar a dos sicarios que, tras la consumación de los actos amorosos, se encargaran del trabajo sucio para mantener mis manos limpias.
Modelo de eficacia
Volkandert
A quien corresponda:
No ser descubierto fue emocionante al principio. Al darme cuenta de que nadie se interesaba en atrapar al asesino de gente de bajo perfil, busqué diversificarme. La emoción de cobrar notoriedad y haber sido bautizado como “el verdugo encapuchado” por la prensa, convirtió mi pasatiempo en empleo nocturno, y más tarde, en un trabajo de tiempo completo. Al paso de los meses fue más difícil encontrar a mi siguiente víctima, hasta que al final solo quedó una. Temo que cuando esto acabe, no haya quien lea esta nota y pueda aclarar las circunstancias de mi muerte. Tampoco a quien culpar.
El mimo
Chester Truman
Las mato callando.
Haciendo carrera
Lafitte
Juan flaqueó. Quería relatar lo ocurrido con Marina. “Hasta los mejores doctores pierden pacientes”, le dije; “Era un juego y después se quedó dormida”, le insistí. No se convencía. Una piedra lo hizo. No volví a saber de él hasta que lo encontraron al fondo de la barranca. Dijeron que cayó tras un forcejeo y se había golpeado la cabeza al rodar. A nuestra amiga la hallaron muerta detrás de la fuente, donde termina el parque. Corrió el rumor de un pederasta suelto en el pueblo. Nunca fue localizado. Siguieron buscando mientras tres niñas más desaparecieron en seis meses; algunas otras en los siguientes años. Hubo sospechas, interrogaron a los mayores y detuvieron a dos hombres. Entretanto, crecí. Mis padres me anunciaron que iría a la preparatoria en la ciudad. Me alegró saberlo. Prometí empeñarme en mis estudios encaminados a la Medicina y poco después demostré mis habilidades. Pasó el tiempo, y al terminar el bachillerato aún buscaban a un asesino en la urbe. Siete mujeres habían muerto en extrañas circunstancias. Rogué al cielo para que lo encontraran; era importante para mí. La próxima mudanza a la Universidad en la capital me brindaba un nuevo horizonte y la oportunidad de continuar mi carrera.
Francotirador
Simbad
Unos lo hacen porque es un deber patriótico, según les dijeron en la milicia; otros, por dinero. Yo soy diferente. Lo hago por la misma razón que alguien se arriesga a cruzar los rápidos en un kayak o se atreve a retar al Aconcagua: por la emoción y la adrenalina, por vencer los miedos y limitaciones o por simple diversión. Todo, desde escoger el objetivo, seleccionar el mejor ángulo, diseñar la ruta de escape, armar las coartadas y por supuesto, elegir el arma, es parte de ese ritual enervante que me apasiona. La próxima vez que usted camine por la calle, que cruce el atrio de una iglesia o que vaya de paseo a una plaza o parque, mire a su alrededor, hacia las azoteas, a las ventanas, a los autos estacionados, al campanario, detrás de los árboles, y véase a sí mismo invadido por el miedo. Sienta lo que yo no puedo sentir por usted. Tal vez me vea también a mí, impávido y sereno, lejano, atento. Si oye una detonación cercana, con seguridad será la última. El siguiente disparo lo fulminará antes de escucharlo. No acostumbro dejar las cosas a medias ni decepcionar a los medios que me han dado tanta popularidad.
El rompecabezas
Gesel van God
Dejé varias pistas para que los policías descubrieran la osamenta. Mientras tanto, conseguí documentos falsos y cambié de identidad. Cada hueso y pieza dental de aquel esqueleto correspondía a una persona distinta. El análisis y clasificación de los restos iba a llevar tiempo. Para entonces, ya tendría otra vida. Identificar a las víctimas por su ADN prometía ser un trabajo arduo y, a la vez, la clave de mi exoneración. Uno de los molares era mío
Coordinación de La Marina 2020
02 de June de 2021 / 07:48
02 de June de 2021 / 07:48
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