Una familia como cualquier otra
Es triste admitirlo, sí, pero sucede en las mejores familias: cuando el abuelo murió nos peleamos como perros y gatos por la herencia. Y como siempre pasa, al final nadie queda del todo satisfecho con el reparto. Mis primos heredaron su intolerancia a la lactosa; a mi madre le tocó su calvicie y los pelos en las orejas, que por lo menos compensa con su talento para los negocios; tía Eulogia consiguió su fabulosa capacidad de predecir el clima con dos días de anticipación según lo hinchado de las rodillas. Yo soy el único que no se queja: tengo sus ojos, que guardo amorosamente en un frasquito debajo de mi almohada.
Merita
04 de May de 2021 / 06:46
04 de May de 2021 / 06:46
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