Como ilusionista, mago y maestro del escapismo, todo el tiempo gocé de una notoria (y alevosa, lo reconozco) ventaja sobre mis víctimas. Mientras les hacía creer, según las circunstancias, que era un caballeroso príncipe austriaco, un famoso actor de cine o un acaudalado playboy, me apoderaba (literalmente) de su corazón y abusaba de ellas para después cortarlas en trozos e introducirlas en mi chistera. Acto seguido, desaparecía de la escena sin dejar rastro. Con los hombres era más sencillo. De ellos solo me interesaban su cartera, el reloj (siempre y cuando fuera de buena marca) y charlar amigablemente antes de asestarles un tiro en la cabeza y escapar. Siempre actué con cortesía y amabilidad, jamás con violencia. Me parecía de pésimo gusto amargarle el día a alguien y despacharlo a la otra vida con un mal sabor de boca.
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05 de April de 2021 / 16:21
Ética criminal 05 de April de 2021 / 16:21
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Comentario de Daniel Frini 15 de April de 2021 / 11:25
Daniel Frini
Perfecto, gracias 16 de April de 2021 / 11:11
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