La sangre escapó de su pecho. Fuera de su cauce y sin freno manchó la camisa y se aglomero en el suelo. Los ojos del moribundo observaban sin dar crédito a lo sucedido. En esa lucha cuerpo a cuerpo, donde los aceros chocaron un par de veces y provocaron chispas, él yacía derrotado. Su mano siniestra, que tantas veces probó la victoria, ahora empuñaba con trémula fuerza el arma que ya de nada le serviría. En esa calle perdida, en una ciudad sin nombre recordó a Melián Lafinur, a Carriego y a Cesar. Todos unidos por el mismo puñal del que Borges habló
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18 de March de 2021 / 15:03
Ya estaba escrito 18 de March de 2021 / 15:03
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Taller 19 de March de 2021 / 21:09
Elisa A.
 

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