Error corregido
No sé qué pasó. No me di cuenta.
El mensaje
La marea depositó con suavidad la botella en la playa. Luego, como discreto cartero regresó a su seno y la dejó allí, para que el destinatario la encontrara a su debido tiempo.
Algunas nubes grises se levantaban en el horizonte y el olor a tormenta se mezclaba con el de la brisa marina. Él no creía fuera a llover. Ni siquiera una llovizna contemplaba. Con su cámara al cuello descubrió la botella y el mensaje. No la tomó. Clavó la rodilla en la humedad de la arena y comenzó a fotografiarla.
—Bien, nena —dijo sin dejar de apretar el obturador—. Dame todo lo que tengas. Eso. Tu mejor ángulo. ¿Es ese? Perfecto. Sé tú. Sé tú y nadie más. Bien… eres un encanto. Vas a llegar lejos, te lo aseguro.
Se levanta, satisfecho de una muy productiva sesión. Mira por largos minutos La botella con el mensaje dentro. Mira el día cada vez más nublado. Las olas, las gaviotas; ni un alma deambula por la playa. Baja la mirada y observa sus manos. Las manchas encarnadas que las cubren. Diversas escenas tocan su mente. Una fiesta, demasiado alcohol. La chica del bar. La que quería ser modelo de revistas. Vio la cámara a su cuello y lo pensó un fotógrafo profesional. Pobre estúpida. Dispuesta a rebajarse hasta lo más profundo con tal de trascender. Y sí, trascendería, en la primera plana de la nota roja.
La botella y el mensaje significaban algo. Lo sabía. Se acercó a ella y la tomó con suavidad de la arena, alzándola a la altura de sus vidriosos ojos. Recordó lo que había hecho días antes. Ese mensaje contenía su nombre y se culpaba de todos los homicidios cometidos los últimos meses cerca de la bahía. Enrolló el papel, lo metió en aquella botella vacía y la arrojó desde lo alto de un acantilado. Alguien la encontraría. Alguien leería el mensaje y al fin sería detenido.
<>, pensó y devolvió a la mar el envase.
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El mensaje
La marea depositó con suavidad la botella en la playa. Luego, como discreto cartero regresó a su seno y la dejó allí, para que el destinatario la encontrara a su debido tiempo.
Algunas nubes grises se levantaban en el horizonte y el olor a tormenta se mezclaba con el de la brisa marina. Él no creía fuera a llover. Ni siquiera una llovizna contemplaba. Con su cámara al cuello descubrió la botella y el mensaje. No la tomó. Clavó la rodilla en la humedad de la arena y comenzó a fotografiarla.
—Bien, nena —dijo sin dejar de apretar el obturador—. Dame todo lo que tengas. Eso. Tu mejor ángulo. ¿Es ese? Perfecto. Sé tú. Sé tú y nadie más. Bien… eres un encanto. Vas a llegar lejos, te lo aseguro.
Se levanta, satisfecho de una muy productiva sesión. Mira por largos minutos La botella con el mensaje dentro. Mira el día cada vez más nublado. Las olas, las gaviotas; ni un alma deambula por la playa. Baja la mirada y observa sus manos. Las manchas encarnadas que las cubren. Diversas escenas tocan su mente. Una fiesta, demasiado alcohol. La chica del bar. La que quería ser modelo de revistas. Vio la cámara a su cuello y lo pensó un fotógrafo profesional. Pobre estúpida. Dispuesta a rebajarse hasta lo más profundo con tal de trascender. Y sí, trascendería, en la primera plana de la nota roja.
La botella y el mensaje significaban algo. Lo sabía. Se acercó a ella y la tomó con suavidad de la arena, alzándola a la altura de sus vidriosos ojos. Recordó lo que había hecho días antes. Ese mensaje contenía su nombre y se culpaba de todos los homicidios cometidos los últimos meses cerca de la bahía. Enrolló el papel, lo metió en aquella botella vacía y la arrojó desde lo alto de un acantilado. Alguien la encontraría. Alguien leería el mensaje y al fin sería detenido.
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Hoja en blanco
09 de March de 2021 / 17:36
09 de March de 2021 / 17:36
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