Impredecible y ardiente como el fuego, ella era lava viva. Él era un mar embravecido: pasional e indómito. Cuando aquellos cuerpos se encontraron en contacto íntimo, fue un momento sublime y difícil de olvidar. El intenso siseo y las nubes de vapor que se producían al tocarse, por demás, lógicos, eran un espectáculo inigualable.
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08 de March de 2021 / 05:35
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José M. Nuévalos
 

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