El juego
—Mira qué bonito se siente — me dijo.
Metió la mano en mi pantalón y comenzó a acariciarme. De pronto sentí cosquillas, pero no las cosquillas que mi madre o mi padre me provocaban. Estas salían de otra parte, como si vinieran de un lugar caliente y húmedo.
—No le vayas a decir a nadie, ni a tus papás —me pidió.
—No, a nadie —contesté, pero ella me hizo prometer.
—Lo juro por Diosito que está en el cielo —dije apresurado para poder continuar.
Después cada día, en cuanto llegaba de la escuela y veía que se desocupaba, en voz muy baja le pedía que jugara conmigo y nos íbamos a esconder al cuarto de servicio que estaba detrás de la casa.
Fue cuando cumplí trece años que deje de hacerme cosquillas, porque ya estaba yo grandecito y a Cande le gustaban más niños que yo.
Metió la mano en mi pantalón y comenzó a acariciarme. De pronto sentí cosquillas, pero no las cosquillas que mi madre o mi padre me provocaban. Estas salían de otra parte, como si vinieran de un lugar caliente y húmedo.
—No le vayas a decir a nadie, ni a tus papás —me pidió.
—No, a nadie —contesté, pero ella me hizo prometer.
—Lo juro por Diosito que está en el cielo —dije apresurado para poder continuar.
Después cada día, en cuanto llegaba de la escuela y veía que se desocupaba, en voz muy baja le pedía que jugara conmigo y nos íbamos a esconder al cuarto de servicio que estaba detrás de la casa.
Fue cuando cumplí trece años que deje de hacerme cosquillas, porque ya estaba yo grandecito y a Cande le gustaban más niños que yo.
Black Dot
01 de April de 2017 / 04:36
01 de April de 2017 / 04:36
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