SELECCIONES DEL 7 DE FEBRERO (EN REEMPLAZO DE CARLOS DE BELLA)
Mayorazgo, de Manlyf
El día que caí por las escaleras mi hermano dijo de enterrarme a los pies del roble. Era un árbol antiguo, como nuestro linaje, a cuyos pies el primogénito debía sepultar, de forma simbólica, lo más preciado. Ahora el mayor era él y me enterraba a mí.
En estos años he aprendido a mover las ramas y fortalecer las raíces.
Espero el momento en que se siente bajo mi sombra; desde la misma noche en que me empujó, echo en falta estar junto a él, al fin y al cabo, es mi hermano pequeño y le debo el abrazo de su vida.
Luces y sombras, de Corteza de roble
Durante el día, aquel camino bordeado de árboles era el marco perfecto para fotógrafos, pintores y video aficionados. Al llegar la noche la niebla reinante entre su fronda y los añosos troncos, hacía que se disparara la fantasía. Muchos aseguraban haber visto hombres que habían sido ahorcados allí durante la revolución. Unos decían que eran cuentos y se burlaban, pero otros les tenían respeto. En el silencio más profundo se escuchaban sollozos, lamentos y estertores que iban apagándose. Como los míos.
Bluetooth, de Big Brother
Una voz clara surgió del árbol que mi vecino solía abrazar todas las mañanas:
–Gracias, me hacía falta un abrazo así, amigo. Mañana te daré uno igual.
El pobre hombre dio un salto y salió corriendo mientras gritaba incoherencias. Jamás he vuelto a verlo. Quizá hasta se mudó a otro vecindario donde no haya bromistas como yo, que esconden altavoces inalámbricos en los árboles.
El efecto mariposa, de Lafitte
Todo iba bien en el festival escolar del Día de la Primavera hasta que Claudia, vestida de mariposa, tropezó y empezó a llorar. Miguel se puso nervioso, se le olvidó lo que tenía que decir y se desvaneció sobre uno de los pinos de utilería que, como fichas de dominó, se nos vinieron encima. Desde entonces, guardo una respetable distancia cuando hay árboles a la vista, sobre todo si alguna torpe mariposa revolotea por ahí.
Final infeliz, de Vance
Huyeron de su pueblo devastado por la guerra, escapando de los nazis. Se adentraron en el bosque. Aunque el padre aseguraba conocerlo desde pequeño, en algún momento se perdieron. A lo lejos se oían los ladridos de los perros y los gritos de sus perseguidores. Continuaron hasta llegar al borde de un estrecho cañón que debían cruzar para encontrar la libertad. Para su suerte, un gran pino cercano se inclinó hasta alcanzar la otra orilla, movió sus ramas y les franqueó el paso. Cuando estaban a punto de llegar, el árbol repentinamente regresó a su posición original y lanzó a la familia entera a los pies de sus captores. Por esa razón desconfío de los árboles. Aún cuando son nobles, resultan ser cobardes. El terror los paraliza cuando se aproximan los perros.
El día que caí por las escaleras mi hermano dijo de enterrarme a los pies del roble. Era un árbol antiguo, como nuestro linaje, a cuyos pies el primogénito debía sepultar, de forma simbólica, lo más preciado. Ahora el mayor era él y me enterraba a mí.
En estos años he aprendido a mover las ramas y fortalecer las raíces.
Espero el momento en que se siente bajo mi sombra; desde la misma noche en que me empujó, echo en falta estar junto a él, al fin y al cabo, es mi hermano pequeño y le debo el abrazo de su vida.
Luces y sombras, de Corteza de roble
Durante el día, aquel camino bordeado de árboles era el marco perfecto para fotógrafos, pintores y video aficionados. Al llegar la noche la niebla reinante entre su fronda y los añosos troncos, hacía que se disparara la fantasía. Muchos aseguraban haber visto hombres que habían sido ahorcados allí durante la revolución. Unos decían que eran cuentos y se burlaban, pero otros les tenían respeto. En el silencio más profundo se escuchaban sollozos, lamentos y estertores que iban apagándose. Como los míos.
Bluetooth, de Big Brother
Una voz clara surgió del árbol que mi vecino solía abrazar todas las mañanas:
–Gracias, me hacía falta un abrazo así, amigo. Mañana te daré uno igual.
El pobre hombre dio un salto y salió corriendo mientras gritaba incoherencias. Jamás he vuelto a verlo. Quizá hasta se mudó a otro vecindario donde no haya bromistas como yo, que esconden altavoces inalámbricos en los árboles.
El efecto mariposa, de Lafitte
Todo iba bien en el festival escolar del Día de la Primavera hasta que Claudia, vestida de mariposa, tropezó y empezó a llorar. Miguel se puso nervioso, se le olvidó lo que tenía que decir y se desvaneció sobre uno de los pinos de utilería que, como fichas de dominó, se nos vinieron encima. Desde entonces, guardo una respetable distancia cuando hay árboles a la vista, sobre todo si alguna torpe mariposa revolotea por ahí.
Final infeliz, de Vance
Huyeron de su pueblo devastado por la guerra, escapando de los nazis. Se adentraron en el bosque. Aunque el padre aseguraba conocerlo desde pequeño, en algún momento se perdieron. A lo lejos se oían los ladridos de los perros y los gritos de sus perseguidores. Continuaron hasta llegar al borde de un estrecho cañón que debían cruzar para encontrar la libertad. Para su suerte, un gran pino cercano se inclinó hasta alcanzar la otra orilla, movió sus ramas y les franqueó el paso. Cuando estaban a punto de llegar, el árbol repentinamente regresó a su posición original y lanzó a la familia entera a los pies de sus captores. Por esa razón desconfío de los árboles. Aún cuando son nobles, resultan ser cobardes. El terror los paraliza cuando se aproximan los perros.
Mónica Brasca
27 de February de 2021 / 05:51
27 de February de 2021 / 05:51
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