Cogió la talega con monedas, hizo un agujero y la enterró. Todos los días iba a regar y a ver su progreso. Se emocionó cuando brotó un tallo y la primera hoja. Poco a poco su esperanza crecía conforme el árbol ganaba altura y su decepción fue tan grande como aquella, al ver que producía unos ridículos e insípidos frutos que no valían nada. Entendió la lección. Había invertido tiempo esperando fortuna, y cosechó la experiencia de haberlo perdido miserablemente. De las monedas nunca supo más. El hermoso árbol las cuidaba, bajo sus raíces, como un temible cancerbero a las puertas del infierno, tan insoportable como su vida cuando sus padres se enteraron de su desaparición.
Humo blanco
17 de February de 2021 / 05:34
El tiempo no siempre es dinero 17 de February de 2021 / 05:34
Humo blanco
COMENTARIO 20 de February de 2021 / 17:38
José M. Nuévalos
 

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