Selecciones de enero
Procesos internos, Serpico
Me cuesta trabajo distinguir entre la realidad y el mundo virtual. Ante estímulos táctiles, sonoros y visuales, mi cerebro procesa millones de impulsos eléctricos para evocar recuerdos, producir nuevos conocimientos o tomar acciones. Todo ello me parece tan real y tangible que dudo de que no lo sea. Sin embargo, mis convicciones se desmoronan y entro en crisis cada vez que tengo acceso a un rincón de la memoria. Aquel donde está escrito el nombre que me puso el creador: Android 11.0.
Después del atentado, de Pseudónimo
No solo rompieron los cristales, sino las ventanas hacia el futuro, los ideales y la ilusión. También tumbaron las puertas y, a su paso, dañaron los pilares de la sociedad y pisotearon sus principios. Quizá pocos eran violentos o asesinos, pero como turba, llevados por la engañosa fascinación de la posverdad, irrumpieron en el Capitolio. Tal vez la realidad no había muerto aún, pero ya no era la misma de antes. Agonizaba, y día tras día su rostro insondable se volvía más adusto y doloroso. Entretanto, quien instigó el crimen, inmerso en su burbuja de realidad alterna, continuó despachando en la Casa Blanca.
Muerte de la ilusión, de Simbad
La mataron poco después de que nací, cuando eligieron mi nombre. ¡Qué distinta habría sido mi realidad de haberme llamado Jorge!
Me cuesta trabajo distinguir entre la realidad y el mundo virtual. Ante estímulos táctiles, sonoros y visuales, mi cerebro procesa millones de impulsos eléctricos para evocar recuerdos, producir nuevos conocimientos o tomar acciones. Todo ello me parece tan real y tangible que dudo de que no lo sea. Sin embargo, mis convicciones se desmoronan y entro en crisis cada vez que tengo acceso a un rincón de la memoria. Aquel donde está escrito el nombre que me puso el creador: Android 11.0.
Después del atentado, de Pseudónimo
No solo rompieron los cristales, sino las ventanas hacia el futuro, los ideales y la ilusión. También tumbaron las puertas y, a su paso, dañaron los pilares de la sociedad y pisotearon sus principios. Quizá pocos eran violentos o asesinos, pero como turba, llevados por la engañosa fascinación de la posverdad, irrumpieron en el Capitolio. Tal vez la realidad no había muerto aún, pero ya no era la misma de antes. Agonizaba, y día tras día su rostro insondable se volvía más adusto y doloroso. Entretanto, quien instigó el crimen, inmerso en su burbuja de realidad alterna, continuó despachando en la Casa Blanca.
Muerte de la ilusión, de Simbad
La mataron poco después de que nací, cuando eligieron mi nombre. ¡Qué distinta habría sido mi realidad de haberme llamado Jorge!
Mónica Brasca
25 de January de 2021 / 07:29
25 de January de 2021 / 07:29
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