Gente de mundo
Nuestros encuentros amorosos eran como darle una vuelta al mundo en ochenta minutos: puntuales y cronométricos como reloj suizo, ceremoniosos como los japoneses y asépticos cual hospital escandinavo. En ellos reinaba la propiedad y compostura de la monarca británica, el silencio del Sahara y la armonía del Canon de Pachelbel . Aunque embriagaban como el tequila y me recordaban la pasividad de los koalas australianos y la densidad del Mar Muerto, eran fríos, tanto como la Antártida. Pero eran perfectos, como la brasileña que conocí en Copacabana quien, con sus encantos, me hace olvidar todas las noches mis aspiraciones de trotamundos.
Archie Rico
20 de December de 2020 / 23:55
20 de December de 2020 / 23:55
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